Por Acratosaurio Rex

Hay un tipo de persona que, por motivos misteriosos, va buscando la certeza en lugar de habitar en la duda. La duda no le gusta, necesita la respuesta en torno al «¿Qué coño soy yo?»… Hay algunos de esos absolutistas del pensamiento, que en lugar de trabajar duro para el Templo, acaba en un movimiento revolucionario.
A una parte de la Humanidad, las preguntas trascendentes se la pelan. Si un minero del estaño se pregunta el «qué cojones hago aquí», la respuesta inmediata sube a sus labios: «hago el puto gilipollas picando piedra por un pinche sueldo de mierda, no sé bien por qué, o sí lo sé... ¡joder!». Evidentemente, puede haber mineros que acaben en sectas evangélicas, leyendo los oscuros pasajes de la Biblia (más oscuros que la mina), y siguiendo al pastor como borregos. Son los mineros necesitados de certeza, los que no quieren preguntas sin respuesta. Y hay algunos fans que en lugar de cotizar los domingos para La Minúscula Y Verdadera, acaban en un movimiento revolucionario.
El pueblo obrero mira muy escéptico las Grandes Cuestiones. Sartre ni le parece bien, ni le parece mal. Hay bomberos, por supuesto, que leen a Sartre, y amas de casa que se lo pasan pipa con Diógenes. Yo diría que son los menos, pero eso no importa, porque lo interesante es que los bomberos sartrianos, y las amas de casa quinistas, son personas que disfrutan en la duda, alejadas de la certeza, están a salvo cuando la pareja de Testigos llama a la puerta. Lamentablemente, hay carne de secta, que acaba en un movimiento revolucionario.
Los sectarios a la caza buscan a alguien angustiado, al que puedan aliviar su vacío existencial con la lectura del Libro Que Sabe Todas las Cosas. Todo está dicho, todo está escrito… Hay humanos que necesitan un libro que no genere dudas así se levante la montaña, y que acaba en un movimiento revolucionario.
La secta es eterna, inmutable como el rostro de Dios, resiste la prueba. La fe, más fuerte que la roca, es impenetrable a la duda. Si un hecho, si una evidencia, si una prueba socava el edificio, el fanático pensará: «mi Dios me pone a prueba, mi Dios ha elegido el cáncer de cerebro para llevarse a mi hijo para Su Gloria». Desgraciadamente hay sectarios de ese tipo, que antes de ser alistados por fanáticos religiosos, políticos y económicos, acaban en un movimiento revolucionario.
La duda se extiende, crea la zozobra, rompe los mejores planes. El militante se detiene ante ella, reflexiona y decide sabiendo (seguramente) que lo que pasará a continuación…, será una sorpresa. El revolucionario vive en la indeterminación que le proporciona la libertad, a veces bella, a veces angustiosa. Por eso los sectarios carentes de dudas, amigos y amigas anarquistas, no pintan nada en un movimiento revolucionario.
Sectario: reconócete a ti mismo y ábrete a la duda. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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PD: Acratosaurio rex está en el face. Quien busca, haya.